sábado, 28 de junio de 2014

Simplemente aburrimiento...


Me pregunto cuándo es que mi vida llegara a su fin, y cuando es que dejare esta ciudad, ya que viví en muchas antes. Llegará una época en que me pregunte: < cuando estaba en Cabrero ¿qué podía hacer durante todo el día? >. De este día, de esta tarde, no quería nada, ni siquiera un recuerdo. Toda mi vida está detrás de mí. La veo entera, veo su forma, veo los lentos movimientos que me han traído hasta aquí. Hay pocas cosas que decir de ella: una partida perdida, eso es todo. Había perdido la primera vuelta. Quise jugar la segunda y también la perdí; perdí la partida. Al mismo tiempo, supe que siempre se pierde.


Para sobrevivir solo se necesita Comer, dormir. Dormir, comer. Existir lentamente, dulcemente, como esos árboles, como un charco de agua, como el asiento naranjo del tranvía. La Náusea me concede una corta tregua. Pero sé que volverá; es mi estado normal. Solo que hoy mi cuerpo está demasiado agotado para soportarla. También los enfermos tienen afortunadas debilidades que les quitan, por algunas horas, la conciencia de su mal. Me aburro, eso es todo. De vez en cuando bostezo tan fuerte que las lágrimas me ruedan por las mejillas. Es un aburrimiento profundo, profundo, el corazón profundo de la existencia, la materia misma de la que estoy hecha. No me descuido, por el contrario; esta mañana tomé un baño. Solo que cuando pienso en todos esos pequeños actos cuidadosos, no comprendo cómo pude ejecutarlos; son tan vanos. Sin duda el hábito los ejecuta por mí. Los hábitos no están muertos, continúan afanándose, tejiendo muy despacio, insidiosamente, sus tramas; me lavan, me secan, me visten, como nodrizas. ¿Habrán sido ellos también los que me trajeron hasta aquí? Ya no recuerdo cómo vine.


A lo lejos, sobre mi cabeza; y este instante, del que no puedo salir, que me encierra y me limita por todos lados, este instante del que estoy hecha, será un sueño borroso.




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